El sistema educativo, el deterioro de la vida familiar y las nuevas tecnologías ponen en riesgo los buenos modales
«Sin el conocimiento y la práctica de las leyes que la moral prescribe, no puede haber entre los hombres ni paz, ni orden ni felicidad». Así comenzaba el célebre «Manual de Urbanidad y Buenas Maneras», escrito a mediados del siglo XIX por el venezolano Manuel Carreño, algo así como la biblia del comportamiento cívico. Puede que las costumbres hayan cambiado, pero el espíritu de aquel decimonónico catecismo de los buenos modales tal vez siga siendo necesario en la España de 2015.
La buena o la mala educación no aparecen reflejadas en las estadísticas del INE ni en los barómetros del CIS. Tampoco las valoran las pruebas PISA con que la OCDE evalúa a los estudiantes adolescentes. Y, sin embargo, es algo que nos afecta a todos de forma directa en nuestro día a día.
Palabras malsonantes forman parte del lenguaje habitual en los medios de comunicación; el tuteo ha arrinconado a la palabra usted hasta convertirla en un arcaísmo; que alguien acuda en camiseta a un acto solemne ya no sorprende a nadie, y ceder el paso o el sitio en el autobús, sea a un hombre o a una mujer y tenga la edad que tenga, lleva camino de convertirse en una extravagancia. A todo ello se suma ese universo paralelo que es el mundo de las redes sociales, donde bajo la máscara de un avatar se vuelcan los improperios más soeces.
Internet y el móvil
La popularización en las últimas décadas de nuevas herramientas de comunicación, como los teléfonos móviles y las redes sociales, ha revolucionado las costumbres. «Mucha gente está ahora inmersa en el mundo digital, entre auriculares y pantallas, y pierde facilidad en el trato cara a cara», señala Alejandro Navas. De hecho, cita un congreso de psiquiatría en EE.UU. en el que se puso de manifiesto cómo «los jóvenes se han vuelto inhábiles para el cortejo, para el ligue, porque les falta vocabulario». Además, las comunicaciones a través de internet permiten estar «a cubierto», mientras que en el cara a cara es «más arriesgado». Incluso se pueden «fingir identidades».
«No es culpa de las redes sociales sino de las personas»
El presidente de la Escuela Internacional de Protocolo reconoce que las nuevas tecnologías generan «total desconcierto e incertidumbre». «De todos es conocido que no podemos sacar un móvil en una comida, a no ser que esperemos una llamada urgente y no hayamos avisado. Sin embargo, pasamos por alto la exigencia de una respuesta inmediata ante un email o wwhatsapp», señala. «La misma libertad que tiene alguien para llamarte a la hora que quiera es la libertad que tú tienes para responderle». Asimismo, cree que si alguien hace mal uso de las redes sociales y pierde las formas «no es culpa de las redes, sino de la persona».
Be the first to post a comment.